Opinión

Pequeñas historias de vida.

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Contrastes. Como la vida misma, llena de ellos. Aprender de ambos es la cosa más sabia e inteligente que podría uno hacer. Se aprende más de los momentos no tan buenos que de los buenos.

Roque Perez, Domingo, fecha Coronación del Superbike Bonaerense de la Febom. Calorrrrrrrrrrr. En pista ni un arbolito donde tomar algo y refrescarse. Calculo que habrá hecho unos treinta y largos a eso de las 3 de la tarde.

Lo importante no son los nombres, lo importante son las actitudes frente a distintas situaciones de carrera, la alegría y la adversidad, como la vida misma.

Una buena iniciativa que encontré este fin de semana es la gran cantidad de pilotos, semillero con futuro, que se animaron a correr. Distintas marcas de motos, todas baja cilindrada, escuela de futuro. Japonesas, Austriacas con acento Indio, Italianas de origen chino también.

La otra buena iniciativa es permitir jóvenes pilotos, muy jóvenes, 11 años, y de pilotos femeninos. ¿Está bien llamarlas pilotas? Estos son los dos casos a los que hago referencia.

Buscando un descanso, de la fatiga no del calor, de eso no se salva uno, me siento con mi lente 400 mm en una de esos neumáticos a la entrada a boxes a ver la carrera. Última vuelta de una de las categorías escuela, pasa el primero, se encuentra con el alegre aleteo de la de cuadros que recompensa el esfuerzo de él y equipo con una victoria. Sucesivamente llega el resto de los pilotos, entre ellos la chica piloto en cuestión.

Nuestro piloto debutante, de sólo 11 años repito, vaya a saber si se distrajo al ver la cuadriculada o qué, despista y cae en el pasto a metros de la línea de llegada. Gran bronca y desilusión del chico, qué, antes, había practicado con su mentor en la recta opuesta, partida detenida para poder aprovechar la largada.

Pateó, pataleó, manotazos al aire de bronca, presumo lágrimas de desilusión debajo de ese casco al sol arrasador de la tarde roqueperense. Al mismo tiempo, 4 muchachos le gritaban que levantara la moto y que terminara la carrera. Al mismo tiempo venían corriendo auxiliares de su equipo a analizar la situación. Estos auxiliares levantaron con el la moto, la arrancaron, subieron al novel piloto a la moto y obligaron a terminar la carrera, no importa la posición.

Entra a boxes la piloto, la espera sus amigos y equipo, gran algarabía ya que había hecho podio. Aplausos, besos al casco, gritos y felicitaciones. Gran merito de una chica en un medio puramente masculino. Premio a la determinación, coraje, no sólo por subirse a la moto sino que, no nos engañemos, el motociclismo deportivo es a veces hostil para las mujeres. Sin ir más lejos, el Viernes llegué a Buenos Aires de un viaje de chicas moteras que hicieron un relevo mundial para que el motociclismo las tenga en cuenta a ellas, por ejemplo, en la confección de indumentaria.

A todo esto, nuestro pilotito, llega a boxes y lo espera su equipo, lo baja de la moto, todo compungido él, llorando, desconsolado. Lo tratan de consolar, le dicen que las caídas también son parte de las carreras de motos, que hay que aprender de ellas. Como la vida misma.

Yo provengo de otro deporte, uno que se enorgullece de gritar a toda voz que es formador de carácter, escuela de vida, etc. Me enamoré del motociclismo a primera vista, allá lejos, en Charata, Chaco en mi primera carrera hace como 20 años, hace tiempo.

Estos son dos ejemplos de vida, el coraje indomable para llegar a lo más alto, con esfuerzo, con tenacidad, poniendo lo que dicen que las chicas no tienen, a veces les sobra. La del pilotito es casi lo mismo, a no darse por vencido ni aún caído. Sólo te puede vencer aquel que sea mejor que uno, pero hay que vender cara la derrota, terminar como sea lo que uno se proponga. Las categorías escuela son para eso, para formar en la vida, no solo en la competición.

Casos muy distintos con una lección de vida similar. Contraste parecidos. Como la vida. La vida misma.

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