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“Voy a donde el viento me lleve”

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Osvaldo Decurnex, conocido fotógrafo, motociclista y viajero, realizó una nueva travesía recorriendo la legendaria carretera argentina -en su trayecto viejo-, sobre una Royal Enfield Himalayan.

Luego de realizar distintos y largos viajes a lo largo de su vida, en la cual se destaca la travesía realizada en 2014 sobre un Ford Falcon de 1969 por Sudamérica y la de India-Nepal en 2015, más otros tantos por varios países de nuestro continente en dos ruedas, Osvaldo nos cuenta como fue recorrer la Ruta 40 en su flamante Royal Enfield Himalaya.

¿Por qué hiciste la Ruta 40 vieja y no la asfaltada? ¿Ya tenías planeado por los lugares por dónde ibas a pasar?

Osvaldo Decurnex: «No, soy un motociclista que tiene sus particularidades. La Ruta 40 la hice desde Neuquén hacia el norte, saliendo y entrando del trayecto, porque hay muchos hermosos paisajes de este país alrededor y que no todos son atravesados por esta carretera».

«La idea era subir y después bajar por otras partes de la Ruta 40, que es lo que básicamente hice solo con la Royal Enfield Himalayan».

¿Por qué elegiste la Royal Enfield?

«Yo había viajado a India en 2015 para hacer la travesía India-Nepal y alquilé una Royal Enfield 350, con la cual hice casi 4000 kilómetros, y la pasé muy bien, me divertí muchísimo. Me gustó la velocidad, la fiabilidad, el andar y la ‘poesía’ que tiene esa moto, por decirlo de alguna manera».

«Al año sale la Himalayan y estuve dos años desesperado viendo cómo comprármela, hasta que pude ir a la presentación en Buenos Aires. Fue amor antes de conocerla, por toda esa experiencia linda en India. La Himalayan es un tractor por excelencia».

¿Cómo comenzó este viaje?

«Fui hasta Neuquén desde Buenos Aires, subí al norte por la Ruta 40, entrando y saliendo, hasta la Quiaca. De ahí me fui hasta Santa Victoria Oeste por caminos de cornisa y montaña –no lo recomiendo hacerlo en verano, pero era la fecha de mi viaje- y después bajé parte por la Ruta 40 y parte por el Noroeste Argentino, además para probar la moto.

«En este viaje aprendí algo de mí mismo, no sé si tendré más de 200 mil kilómetros hechos en moto pero siempre digo que no sé manejar ni sé nada de mecánica, soy un atrevido por costumbre, nada más. Y en este viaje me di cuenta que en lo que yo soy bueno es para leer el terreno y para andar fuera de carretera».

¿De todos los parajes que encontraste en este viaje cuál es el que más te gustó?

«A nivel naturaleza, el abra del Acay –ubicado entre San Antonio de los Cobres y Cachi, Salta- es impresionante pero se me terminó porque un río cortó la ruta, al estar solo y esas cosas -me faltaban 90 kilómetros más que no conocía de ripio y montaña- me obligó a analizar la situación y decidí volver para atrás. Pero a todos los demás lugares llegué, ¡algunos con un poco más de vértigo que otros!»

«De los lugares que visité fantaseé con San Carlos, cerca de Cafayate, y como viajo sin armar el recorrido, lo hago cuando me levanto o salvo por recomendación de un amigo que no se animó a hacerlo, y eso me da fuerzas o incentivo como para querer hacerlo».

«Otra cosa que descubrí fue que en este viaje, por tener la Himalayan, zafé de un par de situaciones complicadas porque era una moto más liviana que moto de turismo».

«Una de esas situaciones fue cuando me enterré cuando el río me cortó el camino en abra del Acay. Como me equivoqué al adelantarme hasta cerca del río y entrar en una zona de tierra floja y piedras, cuando decidí ya volver, al querer dar la vuelta y con la cubierta al límite, acelerando despacio para no enterrarla fue inevitable».

«Por más que intenté acelerarla para sacarla, se enterraba más, ¡hasta el motor! Entonces, sostuve la moto con una mano, con la otro le sacaba el barro y las piedras, y a lo que me alcanzó la mano le coloqué dos piedras debajo de las ruedas y logré sacarla. Si me pasaba con una moto de turismo más grande no hubiese podido sostenerla así, con una sola mano».

 ¿Por qué viajaste solo y sin mucho equipamiento?

Solo porque es muy particular para mí viajar, cada uno tiene su librito. No hay una sola manera de viajar, pero la mía es relajadísima me levanto a la hora que me plazca, voy a donde se me ocurre, quiero dormir en medio del trayecto y lo hago. Es decir, no planifico».

«Compartir con otra gente se complica porque tal vez uno quiere hacer alguna cosa y el otro no. Hay muchas maneras distintas y la mía es muy ‘sui géneris’, yo voy a donde el viento me lleve».

¿Considerabas el tema de seguridad por si te pasaba algo?

«No, cuanto más prevenís más cosas te pueden llegar a pasar porque las estás ‘llamando’. Ese es mi pensamiento. En esos cerca de 200 mil kilómetros que tengo, no recuerdo si pinché una goma alguna vez y eso  que anduve mucho en tierra».

«Por ejemplo, en este último viaje hice 8450 kilómetros, de los cuales 1500 habrán sido de ripio con una goma casi ‘pelada’ y el resto para llegar a Buenos Aires, porque la quería cambiar pero estaba en la Quiaca y no había, tenía que cruzar a Bolivia pero no tenía ganas. Así que la miré como preguntándole ‘¿te aguantás un poco más?’»

«Una sola vez en mi vida deseé tener tacos, y no hablo en los pies sino en la moto, pero ahí fue cuando me enterré porque tenía la goma trasera al diez por ciento y no tenía agarre alguno».

«Tal vez tendría que aprender a emparchar y llevar esos elementos, pero básicamente el único problema que le veo grave es pinchar una goma, en cualquier moto, durante un viaje en solitario, que te deje parado. Pero también te puede dejar parado la mecánica y si no sabés nada, por más que te lleves herramientas no lo solucionas».

«Por suerte tengo coherencia en los problemas que puedo tener y evito esas circunstancias. Por otro lado hay viajeros que son demasiado precavidos y sobrecargan la moto con gran cantidad de equipamiento, son el otro extremo. Por mi experiencia, por ejemplo me pasó de haber llevado una carpa y no la usé ni una sola vez en 30 o 35 días de viaje».

¿Cuál es tu próximo destino con la Royal Enfield?

«Viajes largos por el momento no, con un grupo reducido cada tanto hacemos salidas por caminos rurales. Recientemente empecé a tentarlos para ir al Museo Fangio por caminos rurales hasta Balcarce. Pero por lo general nunca planifico».

«Lo que pasa es que tengo un ‘problema’: a la Argentina la recorrí un montón, Brasil lo mismo, hasta Lima (Perú) llegué como mínimo dos veces. Entonces, por ‘desgracia’ los que vivimos en Buenos Aires es que tenemos que hace 800 kilómetros como para empezar a trepar algo…»

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