Opinión
Cuarenteneando.
Publicado
5 añosel

Domingo de siesta, frio ideal para dormir, , cuarentena. Me resisto a caer en las manos de Morfeo. Miro la misma película, otra vez. Rescato algo en el final. En él, un joven y novel periodista, le hace una pregunta a su entrevistado: ¿Que es lo que te gusta de lo que hacés? A lo que su contraparte le contesta: «Para empezar…todo». Quedate con esta respuesta.
La nostalgia me dispara muchas cosas:, lugares, amigos, pasión y placer. Si yo tuviera que responder esa pregunta diría lo mismo: «Para empezar…todo». Me gusta todo de lo que hago. Soy un afortunado.
Siempre me gustaron los fierros aunque jugué otro deporte, llegué al motociclismo en el 2004 en Mercedes Corrientes, Supermotard Argentino y nunca más me fui.
«Para empezar, todo»: la gente, la pasión, la competencia, los pilotos, el folklore, mi Argentina. Antes del 2004 conocía Moscú y Washington pero no mi país.

Este deporte me dio muchas cosas, el reconocimiento de cuando haces las cosas bien, experiencias de vida únicas, de esas que forjan el temple, muchos más amigos, de esos con los que compartís un mate, un vino o una mesa. Amigos de distinto tipo como categorías tiene el motociclismo nacional. No es novedad que cada tipo de moto tiene su piloto y cada uno de ellos su personalidad y característica. Gracias a Dios me llevé bien con todos.
¿Y que extraño? «Para empezar…todo.»
En estas épocas de aislamiento y cuarentena en el que uno solo ve todo a través de una pantallita: carreras, gente, lugares y experiencias. La nostalgia hace valorar algo que no nos es extraño pero que a la vez extraña. Uno hace lo imposible para reemplazar esto. En vano es, por más barniz que apliques a mesas o estanterías, por más kilómetros estáticos que desandes sobre una bici fija, por más revoques que emparches, cursos que asistas en tu silla del escritorio, nada reemplaza al olor del 2t, al sol en la cara, amaneceres o atardereces en las rutas de mi querido país, bañarse en champagne del ganador tratando de fijar ese momento para los nietos, fotos únicas, picadas y asados regados por anécdotas de épicas carreras protagonizadas por aquellos que quizás ya no estan.
Los Abuelos de la Nada suena al lado de este teclado, mate calentito para templar ese chiflete de ventana que demanda burlete otro invierno más. Esta realidad que me o nos obliga a invernar para salir indemnes de esta pandemia. Todo esto no mitiga el sentimiento que nos alberga, el de volver. Esta columna, que es de opinión esta tarde fue de reflexión y conclusión. ¿Y a que conclusión llegué? Que vamos a volver más sanos y más inteligentes. Con la sabiduría de valorar lo que tenemos: salud, familia, amigos y motos.
¿Cuidarse para hacer que? «Para empezar…todo.»
Quedate en casa.
Texto: Pato Bonaventura
Fotos: Samy de la Torre, Euge Polero.

DOMINGO
Son las 6.00 de la mañana. Suena el despertador. Me lo puse para ver a Perrone que hizo la Pole en Moto 3. Pero la pole position en Moto 3 no es referencia de nada. ¿Vos viste Moto 3? Hoy corre el Moto GP y ya tenía pensado levantarme temprano para verlo, pero… ¡HOY ESTÁ LA CARAVANA DEL DÍA DEL NIÑO!, la cita obligada de muchos cada año.
¿Querés ver el GP? Mirá la repetición a la tarde cuando vuelvas, igualmente es muy aburrido… ¿o querés ver a Marquez ganar otra vez? Daale, ¿en serio? Marquez, Marquez y Marquez. Si no es Marc, es el hermano. Ganan sábado, domingo y lunes. Así que dale, vestite; anoche ya pusiste a cargar las baterías del equipo, ahora poné todo en el bolso y no te olvides de nada. Sacá a los perros. ¡Uuhh, llovió y hace un frío! ¿Saliste anoche? ¿Tomaste una cerveza de más? Bueno, después te dormís una siesta. No te preocupes que mientras ves la carrera seguro que te quedás dormido por lo aburrida que va a estar.
Salgo a tomar el 60 porque el Tren Mitre sigue cerrado. Llovizna pertinaz que te hace doler mano, cadera, tobillo… ¡pero dejá de quejarte viejo mañoso! Mirá que sos llorón. Acordate de esos pibes que esperan, ¿o vas a creer que ellos se van a fijar que llovizna? Más en este año tan especial. La humedad te hace acordar dónde están los implantes, pero si te duele es porque estás vivo. Asustate cuando no te duela nada. Los chicos te esperan, no te pongas pesado, no seas quejoso que vas a ir a una FIESTA. Van a estar los payasos, Darth Vader, Batman, La Máscara, el Hombre Araña, los personajes de Toy Story, mucho color, muchos juguetes, mucha gente buena en moto que se levantó este feo domingo.
En el camino te acordás de que fuiste un poco como esos chicos, que cuando estuviste internado por tu accidente del ojo recibiste un camioncito marca Buby. Azul era, con la caja gris. Felicidad con ruedas a escala desproporcionada con respecto a tu felicidad. Todo eso a los 6 años, edad promedio de los chicos que nos esperan, muchos con barbijos y en sillas de rueda. Como ese peladito que te marcó para toda la vida cuando fuiste la primera vez, hace un par de años.

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La Caravana es adictiva, no hay antídoto para esa adicción, ni lo quiero. Ya estoy llorando. La llovizna parece que asusta un poco, pero va cayendo gente al rancho, como diría el Martin Fierro.
Fernando, ese Tsunami de fuerza caritativa, decide postergar el arranque de la Caravana. Inteligente. Al final se arma la fiesta con motos de todos los tamaños y colores con algo en común: gente buena.
Gente que anida lejos del estigma o prejuicio de delincuente, rebelde sin causa, motochorro, vago, cabeza de corcho al corte. Gente buena que existe y es mucho más que la otra.
Arrancamos. Me lleva Mariana en su chata repleta de bolsas con juguetes y las dos princesas sentadas en las butacas de atrás, destacándose la pequeña Emma Celene, toda dulzura de 6 morfables añitos.
En un día gris la ciudad se llena de alegría al ver pasar a esos locos que salieron a dar una vuelta en moto, ¡y algunos disfrazados! Los chicos, sorprendidos, solo atinan a saludar con sus manitos y los ojitos bien redondos. No pueden creer como La Máscara sale eyectado de una moto y corre a saludarlos, o ver a Batman en su máquina infernal esperando a que el semáforo dé luz verde.
Obelisco, Plaza de Mayo, el Cabildo y la Catedral pasaban de largo. El Congreso Nacional y la Plaza Miserere eran hitos que pasaban también, hasta que llegamos a la zona del Garrahan. Y por fin, el frente de la Casa Garrahan y una marea humana adelante. ¡Los pibes no se veían, pero ahí estaban!
No me banqué más la ansiedad, y antes de que Mariana pudiera estacionar la camioneta me bajé. Quería ver esas caritas.
Doy gracias a Dios por dejarme ser parte un año más, aunque sea en forma tangencial, de esta maravillosa experiencia. Los pibes fueron una sola sonrisa, una sola emoción, una sola sorpresa. Se subieron a varias motos con la anuencia de los locos moteros. Felices ellos y los moteros. Fotos, fotos y más fotos con todos los personajes que solo veían en la tele y que estuvieron allí. Ahora entiendo a los que se disfrazan: es un ratito, te bancás el ridículo y la recompensa es inconmensurable. En este lunes gris todavía les debe durar la sonrisa, ¡y cómo no!
Qué me importa si anoche tomé una cerveza de más, quizá haya sido para callar las voces de la rutina en la que estamos inmersos. Qué me importa no haber visto la carrera, me aburre y mucho; llueve y duelen los rastros de aquel accidente. Sin embargo el frío se va, ¿sabés cómo?, con el calor que te invade al ver la locura genial de esta gente, junto al Tsunami Fernando a la cabeza y con el gracias chiquito, apenas audible, de ellos, los pibes, que sonreían con los ojos, con las manos extendidas acariciando ese chiche. Algo simple y nada ostentoso con color de felicidad.
Mis amorcitos, tan chiquitos, con el alma triste y la resiliencia de un viejo algarrobo, lejos de afectos, en lares lejanos y terruños desconocidos, me daban las gracias a mí. Dios mío qué descaro. Tendría que inventar otro término mayor al simple y ordinario “gracias” que les debería dar yo por recordarme a ese pibe con el ojo derecho tapado y el alma destrozada, al que la vida le dio en ese momento un trocito de paz en forma de camioncito.
Yo les tengo que agradecer a ellos por hacerme dar cuenta de lo que realmente vale en esta vida: el solamente tenerla, con lo poco o mucho que se tenga. Amores, familia, salud y paz en el alma. Me tomé el 118 a casa con una sonrisa en el alma.
LUNES
Y sí, es un lunes gris y yo sonrío. No quiero dejar esta adicción.

Condición sine qua non para ser un motociclista: ser solidario. En la de todos los días podés ver que cuando hay un motero al borde de la ruta, el que va a parar va a ser casi siempre otro motociclista.
Llevando esto a otra escala en la Ciudad de Buenos Aires hay tres eventos que se destacan por la actitud solidaria de sus participantes: la Caravana Solidaria organizada por el Kawaclub que es a beneficio de Hospitales pediátricos llevando juguetes para el Día del Niño, la Ruteada Solidaria organizada por la organización Mujeres al Mando que tiene doble propósito: concientizar la prevención del Cáncer de Mama y también junta juguetes para chicos y el Distinguished Gentlemans Ride, un evento que no sólo se da en CABA sino que también se da en distintas ciudades del país que tiene objetivo concientizar sobre el Cáncer de Próstata y el Suicidio Masculino.
Personalmente y gracias a este medio pude asistir este año a los tres. Darle difusión es nuestro compromiso y así lo hicimos. Compromiso que no nos cuesta nada de esfuerzo ya que nos identificamos con las tres causas. Ahora, si me preguntan a mí, tengo un preferido: la Caravana Solidaria. Sí, los chicos me pueden y mucho.
Me considero amigo de los tres organizadores: el Oso Marsán le pone una garra increíble al DGR, Belén Couso ya lleva 5 ediciones de la Ruteada Solidaria y me sorprendió con su propuesta pero asistí a todo lo que hizo Fernando Rivera y el Kawaclub relacionado con la Caravana: comí fideos y compré algo en la subasta en un club de barrio, me levanté temprano un Sábado para ir al punto de partida de los motociclistas en el Campo Argentino de Polo y los esperé en el punto de llegada: la Casa Garrahan.
Es allí donde siempre le encuentro sentido a la cosa. Parados en la puerta de la Casa Garrahan estaban ellos, los cabecitas rapadas, los tripulantes de la silla de ruedas, los de los ojos grandes esperando a las motos y sus personajes, esos que ven en la tele que les traen ese chiche que, por lo menos por un día, atenúen lo que les pasa durante todos los días, muchas veces lejos de casa.
Me han pasado cosas fuertes en lo que va del año, afectos que se fueron, dolores de corazón, no es nada comparado con lo que pasan esos chicos. Alguna vez yo estuve en ese lugar, hospitalizado por muchos días buscándole sentido a mi destino, preguntándome por que, queriendo salir a jugar a la plaza con todas mis fuerzas. Volver a mi normalidad era todo para mí.
Ya vieron por la tele y redes sociales lo que pasó ese Sábado pero personalmente ninguna de las imágenes le hacen justicia a vivir la experiencia de estar ahí presente esa mañana, yo se los recomiendo, ahora, también les advierto y nunca digan que no se los dije. Es adictivo, van a volver todos los años. Porque ante todo somos motociclistas, ergo, somos solidarios por naturaleza.
Gracias Fernando Rivera.
Mirá estas fotos:

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Y… se hace adictivo, eso me dijeron en la previa. No lo tomé a la ligera pero si me pareció algo exagerado. Ya se me había hecho adictivo esto de las motos allá por el 2004 en Mercedes Corrientes con el Supermotard. Pero esto…¿te parece? ¿es para tanto? me dije yo.
Esto de la adicción me lo había dicho en su momento Fernando Rivera del Kawaclub, organizador de la Caravana del Día del Niño. Él es solo la cabeza visible de muchas almas sensibles que cada Agosto en ocasión de la fecha del Día de la Niñez se congregan en adyacencias del Campo de Polo de Palermo a juntar juguetes para los chicos que están internados en los Hospitales Garrahan y de Niños.
Tras varias invitaciones un día de Agosto fui al evento. Tumultuosa congregación de moteros sobre la Avenida del Libertador, algarabía en los asistentes con sus disfraces de payasos, hombre araña, batman, etc y toneladas de juguetes en los camiones, una fiesta.
Día espectacular en lo climático: sol y nada de frío, instrucciones finales de Fernando para iniciar la caravana y allí fuimos. Los motociclísticas arrancaron para el lado del centro haciendo sonar sus bocinas y yo me adelanté y me fui directamente al Garrahan para hacer la mejor toma cuando llegaran al Hospital.
Llegan las motos y un grupo de ellos, batman y payaso incluídos entran a repartir juguetes a la casa Garrahan. Al mismo tiempo, en la plaza cruzando la calle se armaba la fiesta de los chicos. Allí conocí al nene de la foto, sin saber su nombre me contó su historia: de donde era, como se llamaban sus papás, sus hermanos, sus abuelos, que extrañaba sus amigos del cole, de jugar a la pelota de la plaza, me preguntó si le había traido algo. Verguenza mayúscula me dió tener las manos vacías, claro, yo iba por otra razón, la periodística. Ese pibe me inoculó la droga, Tan simple como eso. Me hizo ver lo equivocado que estaba, que la cosa no pasaba por la cobertura del evento sino por los chicos. Ellos inconscientes a veces de su realidad nos hacen caer de que ellos no necesitan salir en la tele o en los diarios, sino amor en la forma de un juguete. Sanarse después y volver a casa, a sus amores. Pero por ahora, el juguete es su bálsamo.
Sigo sin saber su nombre, no me acuerdo de donde era ni que pasó con él, solo sé que, como te dije antes, se transformó en mi droga. Confieso mi adicción a esta droga o las muchas drogas que encontramos en estos hospitales. De esas otras muchas drogas, pequeños seres humanos que nos hacen movilizar por lo menos una vez por año. Suena a poco esta vez al año pero el efecto es duradero. Reconozco los síntomas del síndrome de abstinencia que ataca principalmente mi sistema nervioso central. Necesito esa droga. Y ni se les ocurra internarme en ninguna granjita, se los pido.
Me consuela saber que hay gente que es adicta y está en peores condiciones que yo. Me refiero a Fernando Rivera y sus secuaces como Batman, Batichica, Hombre Araña, su coequiper la Mujer Araña y el infaltable Pachacho y sus platitos.
Si el 20 de Agosto a las 8 30 de la mañana venís a la Caravana del Día del Niño en el Campo de Polo de Palermo vas a convertirte en un adicto más.
Fernando tenía razón, es adictivo. No digas que no te advertí, esto también es un viaje de ida.
