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La noche de Tanti

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Me encontraba sentado en el sillón, mirando tele y disfrutando de la “quarantine”, cuando de pronto suena el teléfono y en la pantalla veo la fea cara de mi gran amigo Pato, presagiando ya una buena charla.

HP: ¡¡Hola Pato!! ¿Cómo andás?

PB: Bien. Te llamaba para pedirte algo.

HP: Lo que sea. ¡¡¡Pida nomás!!! (no le arrugo nunca a ayudar a un amigo)

PB: Quería que comenzaras a escribir para PromotoNews.

HP: ¿Escribir? Acá dudé si había hecho mal en decir “lo que quieras” o si simplemente el error fue responder la llamada. ¿Pero de qué querés que escriba? Yo ya no escribo sobre motos casi nunca. Ahora estoy escribiendo otras cosas, me volqué más a la ficción y a otras cosas.

PB: Vos escribí de lo que se te de la gana. Aunque sea una historia de terror. Pero quiero que escribas para mi sitio.

HP: ¿Puedo escribir ficción? ¿Puedo escribir lo que se me dé la gana?

PB: Si. Pero hacelo ya porque quiero publicar una nota tuya antes que Marc se cure de la caída del otro día…

HP: Bueno, quédate tranquilo. En un rato te mando una historia.

Apagué la tele, me fui hacia el computador y me senté a mira la pantalla mientras en mi mente circulaban muchas cosas que a uno le han pasado en la vida y pensé… ¿Y si cuento cosas que pasaron? Y en la pantalla se comenzó a escribir una historia. Una historia de terror que bien podría ser el peor de los temores de todo motociclista. Una historia de esas que te hacen preguntarte cómo llegaste allí… Y por qué estás sentado a la vera de la ruta en una hermosa, estrellada y calurosa noche de verano… totalmente empapado.

Esa es la historia de hoy…

La noche de Tanti

Ésta es una de las historias más terribles que he vivido sobre una moto. Una noche abandonado en la ruta… expuesto a cosas inimaginables… Una historia de terror donde lo sobrenatural era lo más natural que podía pasar. Voy a contar el siniestro suceso conocido como «La noche de Tanti«.

Enero de 2015 – En las afueras de Tanti, Córdoba

Estoy sentado aquí. A 20 metros de la ruta y con la moto junto a mí. La noche está hermosamente estrellada, hace mucho calor y yo estoy totalmente empapado. Toda mi ropa, el casco y la moto estamos mojados. Y ahora me pregunto si todo lo que sucedió no habrá sido como dice la película “A Series of Unfortunate Events” (Lemony Snicket’).

El día había comenzado en Termas de Río Hondo donde hicimos noche volviendo del NOA. Luego de una noche con lluvias, las motos estaban bien bajo un techo así que no nos preocupó. Y tras los aprestos habituales, partimos con destino a Córdoba y una vez en esa provincia veríamos dónde ir. Como muchas otras veces, éramos dos matrimonios en un par de motos y sin destino obligatorio.

Más allá de un automovilista que no usó los espejos y casi se lleva puesta a la otra pareja, y de una “infernal cola bajo el sol” para carga combustible en la YPF de “Agua de Oro” en la frontera provincial, Todo vino perfecto hasta que llegamos a la “zona salaminera” (Colonia Caroya).

Debido a estar muchos días viajando y en lugares agrestes, no estábamos informados que ese “sábado” era la noche central del Festival de Doma y Folclore de Jesús María. Y cuando nos dimos cuenta ya era tarde. Una eterna y maciza cola de autos ocupaban toda la ruta en sentido inverso al nuestro y decían que era así por unos 60Km… Bien. Para algo está la banquina y estamos en motos MaxiTrail.

Así fue que luego de una serie de situaciones que no vienen al caso, decidimos separarnos por ese día. Ellos irían a Carlos Paz y nosotros a Tanti y al día siguiente nos encontraríamos. Así “a contramano del tránsito” iniciamos los escasos 80Km hacia Tanti y ellos intentarían usar otra ruta más larga pero que se suponía con menos tránsito.

Más de 3 horas. Eso fue lo que tardamos llevando a momentos la moto en primera por la banquina y discutiendo muchas veces con policías de tránsito que tenían orden de que todos los vehículos fueran hacia Río Tercero y ninguno hacia Córdoba capital (un festival es algo prioritario para ellos, si vos no querés ir no es problema de ellos).

Llegamos a Tanti cerca de las 9 de la noche. Y allí, mucho más relajado levanté la visera del casco y le pregunté a Gisela “¿cuál es la calle de la casa de tu prima?”. Hasta ese momento Gisela solo había abierto la boca para acompañar algún gesto mío sobre los ancestros de los automovilistas que varias veces estuvieron a punto de embestirnos porque “nosotros” no íbamos para el festival. Así que ella venía atenta al viaje y la respuesta no se hizo esperar: “No tengo idea, no vine nunca de noche y no me ubico”.

Chan… No era la respuesta que yo esperaba. Bueno, sabíamos que era antes de llegar al pueblo, que era “a la izquierda” y “cerro abajo”. ¡¡¡Tan difícil no debía ser!!!

Los diálogos eran constantes “¿te suena por acá?”. “No sé, puede ser”. “a mí me parece”. Y frases así que, minuto más o minuto menos, nos llevarían a destino. Así que “donde me pareció conocida la salida”, puse el giro y allá vamos.

De pronto una bifurcación. A la derecha con curva y si seguía derecho se veía un pequeño cartelito “casero” (muy parecido a esos que hacen los propietarios y que dicen “alquilo casa” en esas zonas turísticas). Y yo digo “¿llegaste a ver que decía el cartel?”. Y mientras escuchaba “¿qué cartel?”, el mundo aumentó la gravedad. El planeta de pronto se puso extremadamente pesado y mientras la moto (que bajaba relajada en 2ª regulando) se puso lenta, comenzamos a hundirnos.

Sí a hundirnos. Todo ello sucede en solo 3 o 4 metros y mucho menos de un segundo. Un segundo en el que intentas acelerar y ya no hay torque porque el motor ha caído debajo de las mil revoluciones. Un segundo en que no sabes por qué “la moto comienza a apuntar mucho más en bajada”. Y de pronto el motor se detiene, tus pies buscan el suelo y lo encuentran muy cerca y esponjoso… ¿y la moto es más petiza?

No. No ha cambiado la moto. Ha cambiado el suelo. Te has hundido hasta la mitad de las ruedas… Estamos en un “guadal”, “fesh fesh” o como quieras llamar a un “banco de arena”. Son como las 9 de la noche, estamos en “algún lugar en Tanti” y nos hemos enterrado.

Por supuesto que estallé contra todos los bancos de arena del Universo. Gisela es una mujer que siempre toma decisiones acertadas y ésta vez también tomó la mejor decisión del momento y se fue lo más lejos posible de la moto (en realidad de mí). Salió de la floja arena evitando hundirse y caminó “cerro arriba” media cuadra. Mientras tanto, desde los chalets entre los árboles se veían cortinados que se abrían un poco solo para mirar al loco que gritaba como Shrek parado junto a una moto “donde ellos sabían que no había que meterse”.

Bien. Apagué todo, retiré las maletas y comencé a caminar “calle arriba” para ir dejando todo junto a ella y poder así mover “el menor peso posible”. Y en eso… mientras bajo caminando hacia la moto a buscar más carga, veo nuevamente el cartelito que ya cité y me acerqué a verlo bien pues, desde lejos, no se llegaba a leer. Estaba muy bien hecho. Era muy bonito y prolijo hecho seguramente por los vecinos con mucha dedicación. Bien pintado con fondo blanco y pequeñas, pero muy prolijas, letras en gris que decían: “calle cerrada – banco de arena”.

Retirar la moto no fue fácil ni se hizo en pocos minutos. No hubo otra opción que “hacia atrás”. Me costó. Me costó muchísimo pero la llevé hasta que la rueda trasera mordió firme. En ese momento la de adelante no la soportó y lentamente escoró hasta que con suavidad apoyó en la blanda arena. El éxito estaba cerca solo debía levantar la moto, no usar la muleta, sostenerla mientras me subía sin hundirme yo en el banco de arena y poner primera y salir hacia el costado.

Finalmente logré montar la moto y evitar que mis pies se hundieran y volviera a caer. ¿Cómo se apagaba el control de tracción? A ver… esto es el mapeo de la inyección… Esto es otra cosa… Esto es para poner en hora el reloj… Maldito tablero lleno de botoncitos, con algo apagaba el control de tracción y no me acuerdo. Acá está… modo uno, modo dos… ¡¡¡Sin modo!!! Listo. Ya puedo “cruzar la moto” haciendo patinar la rueda trasera y que la delantera no gire!!! Ahh pero olvidé apagar el freno unificado… si toco la maneta la rueda trasera también va a frenar. Las motos “muy asistidas” me encantan, pero ponerme a leer el manual casi a las 10 de la noche en un cerro…

Finalmente, el monstruoso torque de la SuperTénéré 1200 me permitió sacarla del fesh fesh y sin detenerme subí esos pocos metros por el camino hasta donde estaba la flaca y la carga. Coloqué las maletas y tiré sobre el asiento trasero las camperas y cascos. Solo quería llegar de vuelta arriba para detenerme en plano y revisar y acomodar todo (eran apenas 60 metros). Primera… y Gisela venía caminando detrás. Esquina con un enorme y muy viejo chalet al lado de la ruta e iluminado muy bonito, giré a la derecha, pasé junto a una camioneta estacionada en su puerta y me detuve delante.

¡¡¡Fin de la odisea!!!! ¿¿Fin de la odisea???

Mientras ella llegaba me bajé y me dispuse a cambiarme la remera porque en la cálida noche de verano había transpirado tanto como lo que renegué. De pronto me doy cuenta que el tiempo pasa y no llega. Entonces miro hacia la esquina y no la veo. Y lo primero que pensé fue “me olvidé algo y se quedó cuidando”… voy a la esquina y nada… Gisela no está.

Claro. Del otro lado de la ruta hay un almacén. Cruzó para comprar algo. Y yo también cruzo para agregar una buena dosis de algún jugo de fruta o algo así. Imaginen a esa hora que entro a un almacén sobre la ruta y comienzo a mirar a todos una y otra vez… un tipo que camina por dentro del local mirando a la gente a la cara y sin hablar. Hay una película en la que una persona entra a un local sobre la ruta y desaparece. Pero yo no la había visto. Y por eso no pensé que ella había desaparecido.

Como evidentemente no había ido allí, compré una botella de “Jugo de durazno” y salí esperando verla junto a la moto. Pero no. No estaba ni allí ni a la vista. Aun no sospechaba que había desaparecido.

Bueno, lo mejor es no moverme de junto a la moto. Ya va a aparecer.

Las noches de verano en las sierras de Córdoba son hermosas. En especial en esa zona donde en medio de la serena noche se escuchan las explosiones en las lejanas canteras. ¿Canteras un sábado como a las 22:00? No eran explosiones. Eran truenos que provenían de nubes detrás del cerro. Minutos después comenzó a llover unas enormes gotas mientras los rayos cruzaban el cielo. El mundo “se venía abajo” con fuertes ráfagas de viento. Lluvia copiosa y helada. Acompañada de rayos que cruzaban el cielo y amenazaban con caer y convertir a la moto y a mí en carbón para la parrilla.

Y los minutos seguían pasando y yo estaba solo. Totalmente solo en medio del cerro y la flaca no aparecía. En ese momento comencé a sospechar que algo había pasado. Pero así como llegó, la tormenta cruzó hacia otro cerro y las estrellas comenzaron a brillar mientras la tierra, que el calor del día había sobrecalentado, saciaba su sed y solo quedaba como muestras del infierno desatado una moto y un hombre sentado junto a ella. Totalmente empapados.

El tiempo en una noche hermosa no es lineal, se dilata y contrae de acuerdo a las estrellas o los lejanos relámpagos y ello te hace perder relación con el tiempo que ha pasado y con la, o las realidades, que pudieron haber pasado. Ya no sabes qué hora es y no sabes muy bien qué ha sucedido. Lo único cierto es que ella desapareció en esa media cuadra. Que nunca llegó a la vera del camino y que han pasado tal vez un par de horas desde su desaparición. Y ella tenía mi teléfono en su bolsillo.

Tal vez debería pararme e ir hasta la moto y ponerla en contacto para mirar la hora… De pronto una pequeña moto tipo CG aparece. Y de inmediato reconozco a la prima de Gisela. Se detiene y exaltada me dice “¿Dónde fuiste? Te estamos buscando hace mucho”. Gisela dice que doblaste en la esquina y te fuiste… Me mira con asombro y me dice “¿dónde te metiste. Porqué estás todo mojado?”. Y yo preocupado quiero comenzar a contarle que nunca me moví de allí. Que hubo una tormenta terrible y que apareció de la nada como algo irreal. Y por supuesto que Gisela no aparece. Pero pone primera mientras dice algo sobre la comida…

La sigo, encara para el banco de arena pero unos metros antes, en la bifurcación, dobla y apenas segundos después estacionamos mientras todos me preguntan dónde me había ido. Intento explicar que nunca fui a ningún lado. Que me estacioné detrás de la camioneta de la casa de la esquina… y alguien me pregunta “¿Qué camioneta? Si el viejo chalet está abandonado y semi derruido hace décadas”. Me doy vuelta para señalarlo y mostrar la camioneta en su frente y sus ventanales iluminados. Y solo veo una vieja estructura de lo que antaño fue un típico chalet de veraneo… Pero totalmente oscuro y con los pastos que lo invaden a través de las ventanas que parecen agujeros más negros que la misma noche…

Ya pasó la medianoche… en la noche de Tanti…

Texto y Foto: Easy Writer – Horacio Portela

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No hay 2 sin tres…

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Hace unos días me invitaron a probar una moto eléctrica de competición. Una “pura” de Cross o Enduro. Y dije “no, paso”.  ¿Estaré enfermo? ¿Será grave? Pero la realidad es que temí sentirme montando un camello

 

Ya un par de veces en mi vida había pasado por no quererme subir a una moto. La primera fue cuando me ofrecieron de probar un pequeño modelo de 110cc al que publicitariamente llamaron “la Trail Urbana”… Claro… yo la miré y pensé que para ella “el cordón de la vereda sería un enorme obstáculo”. Entonces dije “gracias, yo paso y así nunca probé la “POP”, una moto de 110cc con las prestaciones de “una 110cc” y la publicidad que intentaba hacernos creer que era la heredera de la Transalp. Y recuerdo que incluso en mi crítica aclaré que no la había probado no porque “yo no subiera a una moto de 110cc” (he usado hasta 48cc). Sino porque no me plegaba a una publicidad netamente engañosa… Y fue extraño. Ese producto duró muy poco en el mercado. Así que era evidente que mucha gente pensó como yo que nunca una moto de 110cc podía ser considerada una “Trail Urbana” en especial porque no tenía nada que hiciera pensar en ello más allá de una publicidad que lo aseguraba.

 

Luego, la segunda vez que dije “paso, no gracias”, fue en la ciudad de Córdoba. Un muy conocido piloto que ha competido muchos años en el IOMTT me ofreció que fuera a dar una vuelta en una VMax modificada. De por sí la VMax es petiza, gorda y muy pesada. Pero esa en especial era aún más pesada y más ancha. El agregado de un turbo, el intrincado pero hermoso juego de tubos para instalarlo y algunas cosas más que le hicieron. Me parecían dignos de por ejemplo probar su reacción en una autopista como la que va a Carlos Paz… Pero para ello yo debía salir desde un local ubicado en el centro de la ciudad, transitar por avenidas y “comerme” todo el tránsito de la hora de los Bancos… Había “demasiados semáforos en mi camino” y ello requería que no la acelerara… Me habían aclarado que en cuanto el turbo cargaba era incontrolable.

 

Pero aun así, en ese momento yo solo quería sentarme en esa VMax y sacarla a la vereda. Y en ese momento fue que descubrí que no podría conducirla. Me senté, hice el clásico movimiento que todos hacemos siempre para enderezarla y levantar la muleta… Y no se movió.

 

Parecía que estaba soldada al piso. De inmediato miré la muleta a ver si no tenía un tornillo que la fijara al suelo. Era bien conocida la trayectoria del anfitrión gastando bromas pesadas (como la vez que me alistaron una CBR600 de circuito, me la entregaron “lista para partir”… Pero me dejaron en el tanque solo combustible para 1.000 metros).

 

Así que sospechando otra de esas “bromas cordobesas”, le pedí que me la sacara a la vereda mientras yo buscaba mi casco… Tomó la moto, la sacó y la dejó delante de mí en la calle.  Ahora yo estaba seguro de que no había bromas. Me senté y moví mi pie hacia la muleta mientras la enderezaba… Pero nada nuevamente

Tuve que “hacer fuerza” mucho más allá de lo normal… Era muy petiza, muy gorda, la pierna quedaba muy alejada como apoyo… Y ese monstruo de caballos nunca comprobados, también tenía muchos kilos de más… Tampoco comprobados.

A la tercera la moto estuvo ya derecha. Antes de plegar la muleta decidí practicar un par de veces el enderezarla… Y me costó mucho. La bajaba y no podía volverla a enderezar. De pronto me miran y salen a ver cuál era mi problema… Y ya sabiendo que no había bromas dije “es muy pesada y no la puedo enderezar”. A lo cual me confirmaron que varios tuvieron el mismo problema.

 

En ese momento comencé a pensar en el recorrido hasta la autopista. En el caótico tráfico del mediodía en el centro de la ciudad, en los semáforos… Hasta en “la Cañada” pensé. Y encendí el motor y en lugar de tomar la calle, la metí derecho dentro del local (como precaución nunca plegué la muleta). Me había dado cuenta que mis rodillas tenían un límite. Y ese límite podía hacer que terminara apoyado en un semáforo contra un auto con una moto que no podía dominar “mientras estaba detenida”.

 

Esa fue mi segunda vez…

 

Y como dicen que “no hay 2 sin 3”, el otro día me ofrecieron que probara la VARG. La moto eléctrica de 80HP y apenas poco más de 110 Kilos.  Las miré. Vi la altura de su asiento, me di cuenta que era en altura similar a una KTM640 y en un momento junto a ella me di cuenta que la altura del asiento era más parecida a la 990Adv equipada con el LC8, que a la hermana menor monocilíndrica. Y en ese momento, haciendo gala de mi mejor forma de disimular probé su peso… inexistente. La tomé del manubrio y del asa trasero y era genial sostenerla… Y sin que los presentes se dieran cuenta le pedí a mis viejas rodillas que me mostraran cómo podría subirme.

 

Bueno, desde ese día no me hablo con una de mis rodillas. La muy desgraciada sencillamente dijo “yo hasta allí arriba no te mando” y me dejó sin apoyo… Nadie vio el extraño movimiento que hice… Y si alguien lo vio habrá pensado que estaba comprobando la compresión de la horquilla porque casi caí sobre el manubrio y me comporté como “probando cuanto prensa”…

 

Claro… en 2 meses cumplo 65 años… Ya no es lo mismo… Ya no soy “el pibe que con más de 55 llevaba a mi pareja a 110Kmh viajando por la RN-40 montados en una XT1200Z “SuperTénéré” equipada con todos los baúles llenos con las cosas que las mujeres llevan a esos viajes (o sea las 3 maletas con sus cosas y el bolsito sobretanque con las mías), rumbo a San Antonio de los Cobres sobre “ripio y serrucho” como si estuviéramos en una autopista…

Voy a tener que reconocer que algunas motos ya no son para mi… Me parece que el cómodo asiento de las cruiser (tengo aun una Virago y una VLX) deberá reemplazar la diversión de las maxi-trail.

Y estoy seguro que la voy a disfrutar… mientras esté en movimiento. Luego lo mejor sería detenerme cerca de un árbol, una pared o algo donde pueda apoyarla esperando que vengan a sostenerla mientras otros “me ayudan a descender”…

 

Y en se momento me di cuenta que existió otra oportunidad en la que no debía haber montado… Pero que lo hice y me arrepentí luego: En Giza monté un camello para recorrer el desierto por detrás de las pirámides… y lo sufrí como nunca había sufrido.

 

A ver…  seamos claros. ¿Hablamos de motos o de camellos? En realidad, amigo lector, hablamos de cosas que uno haya montado y luego se haya arrepentido o no haya podido controlar. Y me parece que un camello o un dromedario se encuadran exactamente igual que un alazán o un tordillo medio retobados. E incluso mientras usted está pensando en todas las cosas que montó en su vida y que no debería haberlo hecho… también piensa en las que hubiera querido montar y no pudo (o no lo dejaron).

 

Yo, por mi parte, me conformo con haber montado algunos vehículos muy potentes (702HP es mi récord sentado ante el volante de un Pagani con un AMG-V12), algunas motos muy bonitas y un camello con el que durante tres cuartos de hora estuve putéandolo en español… Y él solo entendía árabe.

 

Pero “lo eléctrico” tiene un nuevo y extraño sabor… Potencia sin sonido. Hace poco me senté en un Mustang MACH-E y tomé la ruta desde Buenos Aires hacia Córdoba. Mi idea era en un par de días viajar “totalmente en silencio” y debido a que uso mucho EVs ya me resulta algo normal no tener que hacer cambios ni tener sonido de motor… Y claro… El caballito en la trompa me invitaba a pisarlo. Y en el lugar ideal (aunque no correcto) hice lo que todos sabemos hacer… lo llevé hasta el límite.

 

Toda la vida, aceleraras lo que aceleraras… Una Juki de 48cc o una Hayabusa tienen sus propios desafíos. El sonido acompaña a la potencia. Ir “a fondo” en una Juki por una calle llena de pozos es mucho más peligroso que acelerar una R1 escuchando los escapes “TwoBrothers” de acero y titanio. Llegar al final del velocímetro en una ZX14 (ZZR1400) es tan placentero como hacerlo en una Rumi Formichino de 6.5HP y las velocidades iniciales no están muy lejanas (ambas parte desde cero Km por hora). Ahora… conducir una Renoleta 4S por caminos de ripio es mucho más peligroso y ruidoso “a 80” que viajar con mi pareja en la “SuperTénéré 1200” por la montaña a más de 120.

 

Y ahora… Una cross pura sangre eléctrica me deja junto a ella mientras con indiferencia me ignora… Se hace la bonita porque sabe que me dijeron que acelera como nadie. Tiene esa arrogancia que algunas motos eléctricas están demostrando de creerse más rabiosas que una buena 2T. Bueno… 0 a 100 en menos de 3 segundos les permite ponerse un poco arrogantes.

 

Así que Si me bajan las suspensiones o me ponen un banquito para subirme… La podré probar

Pero dicen que el problema de las motos eléctricas de alta performance es que una vez que las probás te comienza a gustar… Demasiado

 

¿Me estaré volviendo medio raro? ¿Me estaré convirtiendo en una de esas personas que olvidan años de amor a la que hemos montado toda la vida, para convertirnos en afiebrados por la velocidad en silencio? ¿Cómo explico ahora tantos años de escapes ruidosos? Yoshimura, Akrapovic, TwoBrothers y tantos otros por los que uno se desvivía hasta instalarlos. Vecinos que sabían que yo estaba llegando a mi casa 3 cuadras antes de doblar en la esquina…

 

¿Adónde ha ido a parar el rudo “motero” que cortaba los escapes con la amoladora, ponía una abrazadera y lo prolongaba “directo” hasta la cola? ¿Dónde iremos a parar si no podemos usar un “Cuatro a Uno”?

Eléctrica, silenciosa, liviana y con la aceleración de un jet de combate. Pero demasiado alta para mis viejas rodillas. Creo que la tercera es la vencida. Está bien, me rindo. No subiré y no probaré la VARG de StarkFuture. Pero les juro que durante años estuve esperando motos que tuvieran esta reacción, que estuvieran libres de vibraciones, que tuvieran todo lo que la VARG tiene…  Y ahora, que estoy ya medio viejo (¿medio?), pasado de peso y casi sin rodillas…  ¿Ahora aparecen?

 

Aunque…

¿Alguien tiene una de esas escaleritas de cocina para llegar a la alacena que me preste?

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El sentido de la vida, el Universo y todo lo demás (Don´t Panic)

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A veces los números son los que nos mandan. Nuestra vida se llena de números a aprender y no podemos evitarlo. Cuando en “Guía del Viajero Intergaláctico” al supercomputador “Deep Thought” se le preguntó cuál era el sentido de la vida, el Universo y todo lo demás… Luego de pensarlo un poco (7.5 millones de años) Solo respondió “42” a partir de ese momento el 42 se sumó a la lista de los “números famosos”.

Así comienzan algunos números… Luego uno va aprendiendo otros como los Siete Magníficos; Alien el octavo pasajero; El Quinto Elemento; 1941 (genial comedia); 8 y Medio… Y así llego a un número que a mí, en éstos días, me cambió la vida: 20

20 el resultado de restarle 26 a 46.

46 es un número que para todos los que alguna vez subimos a una moto es mágico. El número te entra en la cabeza y te la taladra hasta que te compras alguna remera (T-Shirt/sudadera) que diga 46 o un buzo… o aunque sea un calco (pegatina) para ponerle al auto… O al casco… O en la ventana de la oficina. ¿Pero y el 26 qué es?

Nadie puede dejar de relacionar a Valentino con el 46… Bueno. Algunos sí lo hacemos y pensamos en un simpático “abuelito” que hace décadas usó ese número y aun hoy en día sube a una moto y también hace que la piel de ponga “de gallina” (o “de pollo” según dónde lea usted esto). Pero nadie deja de relacionar al 46 con Rossi.

Y este año Rossi no estará. Comienza ya el MotoGP y por primera vez en la mitad de mi vida, Valentino Rossi no está. Y no porque tuvo problemas y no larga. No está porque no está más. Valentino no está.

Valentino en un mes estará largando en el GT World Challenge abordo de un AUDI.

¿AUDI ahora hace motos? No. AUDI hace “AUDIs” y Valentino una vez más subirá a un auto solo para mostrarse a él mismo que puede hacerlo.

Vale no está. Están todos menos él. Pasaron muchos y perdimos algunos. Y por primera vez en muchos años me sentaré a mirar una carrera y mi esposa no me preguntará “¿Valentino cómo larga?” (Gisela siempre preguntó eso y luego, más tarde pregunta “¿Cómo terminó Valentino?”).

Y por eso 20 es para mí ahora uno de los números que se suman a los que he aprendido a memorizar en mi vida. No tiene relación con nada. Es como ese 42 en una novela de Sci-Fi (Convertida en programa de radio, luego de TV y finalmente en una gran película). Nadie sabe de dónde surge ese número ni el motivo ni porqué ni qué significa. Y para mi… 20 es lo mismo.

No creo les interese el dato. Pero 20 es el resultado cuando al número en la moto de Valentino le restamos un número mágico: 26

¿Portela, estás crazy? Dicen los lectores. Primero decís 20, ahora decís 26… ¿Qué es 26?

26 fueron los años que estuvo sobre una moto en las distintas categorías del Mundial

Por eso voy a aprender a memorizar el 20… Porque 46-26=20 El “cuarenta y seis” durante “veintiséis años” nos alegró la vida. Nos llenó el corazón de pasión. No regaló una sonrisa mientras él tomaba una gallina de plástico, se colocaba una “sudadera” pintada… O lo que fuera que hiciera.

Y no me importa recordar 125cc, 250cc, 500cc, 1000cc, 115 victorias, 235 podios, 199 podios en MotoGP, 1997, 1999, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005, 2008, 2009, la última ganada en 2017, la última pole en 2018, el último podio en 2020… Ni el 14/11/2021 como el día del adiós…

20 es solo para acordarme que “el Doctor” estuvo 26 años dándonos cátedra y alegría a todos.
20 es solo para que todos sepamos que para muchos, 26 años fue una enorme parte de su vida.
20 es solo para que todos podamos valorar lo que Valentino hizo
20… Gracias por todo. Por el 46 y por los 26…

Valentino no está más. Don´t Panic.

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Nosotros no encendimos el fuego

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Noche de un día de semana. Me siento cómodamente frente a mi computador y comienzo a leer la columna de opinión de Ernesto Cannonli aquí en PromotoNews.

Ricardo Galvagni en la tapa de la desaparecida revista El Gráfico

¿Por qué siguió el show? Pregunta interesante… mientras la leo, mi equipo de música reproduce un tema de Billy Joel: “We Didn’t Start the FireNosotros no encendimos el fuego«)”. Y de pronto comienzo a comprender aún más lo que Cannonli escribe. Comienzo a entender “lo que no escribió”. Lo que en sus palabras está para quien quiera entenderlo, pero que no lo verás en la pantalla mientras leas.

We didn’t start the fire
It was always burning, since the world’s been turning
We didn’t start the fire
No, we didn’t light it but we’re trying to fight it.

No comenzamos el fuego
Siempre estaba ardiendo, desde que el mundo ha estado girando
No comenzamos el fuego
No, no lo encendimos, pero estamos tratando de combatirlo.

Nosotros no encendimos el fuego. Las carreras son desde siempre una pasión desenfrenada que nos calienta la sangre. Sean en un circuito, en las rutas de una isla en el Mar del Norte, en las cálidas arenas de California o en un embarrado recorrido en la Tierra del Fuego, las carreras siempre estuvieron y estarán.

Y ese es el primer problema… ese fuego que nos calienta la sangre a veces se cobra vidas. Pagamos un muy alto impuesto por disfrutarlas. El precio por tener caliente nuestra sangre es muy alto. Pagamos con algunos de los mejores. Solo el IOMTT (Isla de Man) se ha llevado cerca de 280 vidas. Pero “el mundial” como ahora conocemos al viejo «Continental Circus» también nos cobra este caro peaje. Desde 1940 hasta la fecha 104 pilotos no salieron con vida. Tal vez todos pensamos en Marco (Simoncelli) como el “más reciente” (¿reciente? ¡¡¡Ya son 10 años!!!). Tardaremos mucho incluso en aprender a pronunciar “Dupasquier”… Y lo peor es que muchos ni lo aprenderán.

Y mientras Billy siguen enumerando los eventos importantes en el mundo durante toda su vida, yo comienzo mentalmente a reemplazarlos por pilotos. La canción narra hechos desde 1949 hasta 1989. Y así, desde Harry Truman hasta la imagen del joven estudiante parándose delante de un tanque en una avenida en Tiannanmen, la canción ha cambiado totalmente para mi. Nosotros no encendimos el fuego. Ya estaba cuando llegamos. Pero nadie, absolutamente nadie hace algo por evitar que el fuego consuma vidas. Todos creen que “el show debe continuar”. Y por suerte alguien como Cannonli, se dio cuenta que en algún momento debemos decir basta y poner a las personas por encima del espectáculo y del negocio. Porque si no lo hacemos podrá llegar el día en que no solo no lamentemos una muerte, sino que nos quejemos porque los pilotos no pudieron hacer el show que todos esperábamos porque estaban mal anímicamente.

Ojalá algunos entiendan que el show debe continuar, pero que para ello ocurra los actores deben estar vivos.

We Didn’t Start The Fire

Edouard Bruylant, David Whitworth, John O´Driscoll, Darío Ambrosini
Dave Bennet, Leslie Graham, Ernie Ring

Gordon Laing, Dennis Lashmar, Derek Ennett, Robert Colombo
Adolfo Covi, Peter Ferbrache, Bob Brown

Ron Miles, Hans Schuld, Marcelin Herranz, Roland Föll
Vernon Cottle, Toshio Fujii, Werner Daubitz

Johann Attenberger, Rolf Schmid, Bill Lvy
Christian Ravel, Gilberto Parlotti, Renzo Pasolini

We didn’t start the fire
It was always burning
Since the world’s been turning
We didn’t start the fire
No we didn’t light it
But we tried to fight it

Jarno Saarinem, Paolo Tordi, Otello Buscherini
Ulrich Graf, Giovanni Ziggiotto, Michel Rougerie

Iván Palazzese, Ricardo Galvagni, Patrick Pons, Malcom White
Michel Rougerie, Iwao Ishikawa

Michel Frutschi, Norman Brown, Peter Huber
Kevin Wrettom, Alfred Heck, Ivan Palazzesse, Nobuyuki Wakai

Simon Prior, Daijiro Kato, Shoya Tomizawa
Marco Simoncelli, Luis Salom, Jason Dupasquier…

We didn’t start the fire
It was always burning
Since the world’s been turning
We didn’t start the fire
No we didn’t light it
But we tried to fight it

Nota: La canción nombra a un argentino: Juan Perón. Y al reemplazar el nombre puse el de Ricardo Galvagni, muerto el 25 de Junio de 1955 en Nürburgring en los entrenamientos para el Gran Premio de Alemania

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