DOMINGO
Son las 6.00 de la mañana. Suena el despertador. Me lo puse para ver a Perrone que hizo la Pole en Moto 3. Pero la pole position en Moto 3 no es referencia de nada. ¿Vos viste Moto 3? Hoy corre el Moto GP y ya tenía pensado levantarme temprano para verlo, pero… ¡HOY ESTÁ LA CARAVANA DEL DÍA DEL NIÑO!, la cita obligada de muchos cada año.
¿Querés ver el GP? Mirá la repetición a la tarde cuando vuelvas, igualmente es muy aburrido… ¿o querés ver a Marquez ganar otra vez? Daale, ¿en serio? Marquez, Marquez y Marquez. Si no es Marc, es el hermano. Ganan sábado, domingo y lunes. Así que dale, vestite; anoche ya pusiste a cargar las baterías del equipo, ahora poné todo en el bolso y no te olvides de nada. Sacá a los perros. ¡Uuhh, llovió y hace un frío! ¿Saliste anoche? ¿Tomaste una cerveza de más? Bueno, después te dormís una siesta. No te preocupes que mientras ves la carrera seguro que te quedás dormido por lo aburrida que va a estar.
Salgo a tomar el 60 porque el Tren Mitre sigue cerrado. Llovizna pertinaz que te hace doler mano, cadera, tobillo… ¡pero dejá de quejarte viejo mañoso! Mirá que sos llorón. Acordate de esos pibes que esperan, ¿o vas a creer que ellos se van a fijar que llovizna? Más en este año tan especial. La humedad te hace acordar dónde están los implantes, pero si te duele es porque estás vivo. Asustate cuando no te duela nada. Los chicos te esperan, no te pongas pesado, no seas quejoso que vas a ir a una FIESTA. Van a estar los payasos, Darth Vader, Batman, La Máscara, el Hombre Araña, los personajes de Toy Story, mucho color, muchos juguetes, mucha gente buena en moto que se levantó este feo domingo.
En el camino te acordás de que fuiste un poco como esos chicos, que cuando estuviste internado por tu accidente del ojo recibiste un camioncito marca Buby. Azul era, con la caja gris. Felicidad con ruedas a escala desproporcionada con respecto a tu felicidad. Todo eso a los 6 años, edad promedio de los chicos que nos esperan, muchos con barbijos y en sillas de rueda. Como ese peladito que te marcó para toda la vida cuando fuiste la primera vez, hace un par de años.

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La Caravana es adictiva, no hay antídoto para esa adicción, ni lo quiero. Ya estoy llorando. La llovizna parece que asusta un poco, pero va cayendo gente al rancho, como diría el Martin Fierro.
Fernando, ese Tsunami de fuerza caritativa, decide postergar el arranque de la Caravana. Inteligente. Al final se arma la fiesta con motos de todos los tamaños y colores con algo en común: gente buena.
Gente que anida lejos del estigma o prejuicio de delincuente, rebelde sin causa, motochorro, vago, cabeza de corcho al corte. Gente buena que existe y es mucho más que la otra.
Arrancamos. Me lleva Mariana en su chata repleta de bolsas con juguetes y las dos princesas sentadas en las butacas de atrás, destacándose la pequeña Emma Celene, toda dulzura de 6 morfables añitos.
En un día gris la ciudad se llena de alegría al ver pasar a esos locos que salieron a dar una vuelta en moto, ¡y algunos disfrazados! Los chicos, sorprendidos, solo atinan a saludar con sus manitos y los ojitos bien redondos. No pueden creer como La Máscara sale eyectado de una moto y corre a saludarlos, o ver a Batman en su máquina infernal esperando a que el semáforo dé luz verde.
Obelisco, Plaza de Mayo, el Cabildo y la Catedral pasaban de largo. El Congreso Nacional y la Plaza Miserere eran hitos que pasaban también, hasta que llegamos a la zona del Garrahan. Y por fin, el frente de la Casa Garrahan y una marea humana adelante. ¡Los pibes no se veían, pero ahí estaban!
No me banqué más la ansiedad, y antes de que Mariana pudiera estacionar la camioneta me bajé. Quería ver esas caritas.

Doy gracias a Dios por dejarme ser parte un año más, aunque sea en forma tangencial, de esta maravillosa experiencia. Los pibes fueron una sola sonrisa, una sola emoción, una sola sorpresa. Se subieron a varias motos con la anuencia de los locos moteros. Felices ellos y los moteros. Fotos, fotos y más fotos con todos los personajes que solo veían en la tele y que estuvieron allí. Ahora entiendo a los que se disfrazan: es un ratito, te bancás el ridículo y la recompensa es inconmensurable. En este lunes gris todavía les debe durar la sonrisa, ¡y cómo no!
Qué me importa si anoche tomé una cerveza de más, quizá haya sido para callar las voces de la rutina en la que estamos inmersos. Qué me importa no haber visto la carrera, me aburre y mucho; llueve y duelen los rastros de aquel accidente. Sin embargo el frío se va, ¿sabés cómo?, con el calor que te invade al ver la locura genial de esta gente, junto al Tsunami Fernando a la cabeza y con el gracias chiquito, apenas audible, de ellos, los pibes, que sonreían con los ojos, con las manos extendidas acariciando ese chiche. Algo simple y nada ostentoso con color de felicidad.
Mis amorcitos, tan chiquitos, con el alma triste y la resiliencia de un viejo algarrobo, lejos de afectos, en lares lejanos y terruños desconocidos, me daban las gracias a mí. Dios mío qué descaro. Tendría que inventar otro término mayor al simple y ordinario “gracias” que les debería dar yo por recordarme a ese pibe con el ojo derecho tapado y el alma destrozada, al que la vida le dio en ese momento un trocito de paz en forma de camioncito.
Yo les tengo que agradecer a ellos por hacerme dar cuenta de lo que realmente vale en esta vida: el solamente tenerla, con lo poco o mucho que se tenga. Amores, familia, salud y paz en el alma. Me tomé el 118 a casa con una sonrisa en el alma.
LUNES
Y sí, es un lunes gris y yo sonrío. No quiero dejar esta adicción.